DE EXTRAVIARSE Y DE TROPEZAR: CUATRO CITAS
Oriol Vilapuig, marzo 2009
1
«En cierta medida, todas mis películas tratan este tema: que los hombres no malviven solitarios y abandonados en un universo vacío, sino que les unen incontables lazos al pasado y al futuro; que toda persona, por esa misma razón, puede enlazar su destino con el mundo y con la humanidad».
Andrei Tarkovski
2
Es sin duda en el libro tercero de sus ensayos, concretamente en el capítulo en el que habla de la experiencia, donde Michel Eyquem, señor de Montaigne, definía de un modo más preciso las consecuencias y los peligros de la labor filosófica que ejercía. Ya en capítulos anteriores calificaba sus esfuerzos por conocer el ser de empresa absurda y fútil, y se reprochaba, en una frase no exenta de ironía, «esta manía de emborronar papeles como síntoma de un siglo desbordante».
Montaigne quería profundizar en la complejidad del ser en el mundo, y ese afán, que le acompañó durante toda la vida, le abocó a la escritura como
forma de reflexión ética, para alcanzar finalmente, a su juicio, la libertad y la pureza de espíritu. Es tal vez en el capítulo de la experiencia donde Montaigne define su estado, y por extensión el de todos los hombres, como una quimera erizada de tropiezos y de dificultades. «Los hombres desconocen la enfermedad natural del entendimiento: ésta no hace sino escudriñar y avanzar sin descanso, dando vueltas, edificando y atascándose en su tarea, como nuestros gusanos de seda, hasta que al fin se ahoga. Mus in pice. Cree atisbar a lo lejos no sé qué apariencia de lucidez y verdad imaginaria, pero, mientras corre hacia ellas, se atraviesan en su camino tantas dificultades, tantos obstáculos y tantas nuevas búsquedas, que le extravían y le embriagan.»
Lo que advierte Montaigne es que la complejidad del mundo embriaga, y que su naturaleza múltiple y diversa extravía a cuantos se acercan. Para ilustrar ese estado de estupor común a todos los hombres, cita un proverbio latino recogido por Erasmo: Mus in pice, que podría traducirse como «ratón enviscado». Esta imagen, la del ratón inmóvil en la trampa, es la que mejor ilustra, según Montaigne, la dificultad de acceder a un conocimiento profundo de la existencia. No obstante, aun siendo consciente de la adversidad, el propio autor entiende que el mundo le reclama como individuo activo y que, como tal, no tiene otra opción que adentrarse en él para dar vueltas y tropezar al unísono.
3
En 1966, Ingmar Bergman realiza Persona, una de las películas más interesantes y crípticas de su filmografía. Bergman introduce este filme con un inquietante y enigmático preámbulo de seis minutos. En esa introducción, el espectador recibe el estímulo de múltiples imágenes en planos heterogéneos. La estética que utiliza Bergman pretende crear un impacto visual que provoque una perplejidad psíquica en el espectador. Lo que muestra también el preámbulo de Persona es ese «dar vueltas» al que hacía referencia Montaigne. Bergman responde al conflicto de la multiplicidad de la experiencia con el citado encadenamiento de imágenes heterogéneas. El arte, el miedo, el dolor, el deseo inalcanzable, el sacrificio, el erotismo y la muerte, todo esto es lo que nos presenta el realizador en estos maravillosos e intensos seis minutos. En una de las últimas entrevistas que concedió, Bergman expone sus inquietudes artísticas, que concuerdan con el desconcertante preámbulo de Persona: «... Yo me muevo en diversas direcciones, con frecuencia mi realidad está completamente distorsionada. Conseguir crear una imagen de la realidad es absolutamente de locos». Y más adelante añadirá: «... Trabajo con un material irracional, las emociones humanas...».
El teórico e historiador del arte alemán Aby Warburg (1866-1929) fue una figura interesante de la historiografía artística del siglo pasado por sus investigaciones en el estudio de cómo se transmite la iconografía antigua a la cultura moderna. A principios del siglo XX, Warburg inicia su archivo universal de imágenes, al que pondrá por título Mnemosyne (memoria). Con este archivo visual, el historiador pretende constituir un gran atlas sobre la genealogía de las imágenes y la memoria de Occidente. En unos paneles de cartón, Warburg iba relacionando imágenes de distintas procedencias y las ordenaba por temas; de este modo aspiraba a reunir los gestos esenciales del ser humano. El método que utilizaba Warburg para definir la historia de Occidente era el de la yuxtaposición. Al igual que Bergman, se servía de una técnica similar a la del montaje cinematográfico para generar una dialéctica entre las imágenes. Este encuentro sugiere al espectador tensión y orden, multiplicidad y conflicto, y también una nueva lectura del pasado. El espectador se impregna así de una extraña sensación de clarividencia aparente en la gran complejidad, embriagadora y extra- viante, de los gestos de la humanidad.